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BIENVENIDOS

Devocional Hambre de Dios

 
Hay muchos que no tienen hambre de Dios porque ya están “llenos”. Se han llenado de lo que el enemigo ha puesto delante de ellos.
Así como Dios adereza mesa delante de nosotros en presencia de nuestros angustiadores, el enemigo tratando de ser un remedo de Dios pondrá mesa delante de nosotros, ofreciéndonos sustitutos a lo que Dios nos quiere dar, pseudo alimentos que realmente no sacian ni nutren.
Cuando estamos comiendo lo que el enemigo pone delante de nosotros, cayendo en todo tipo de tentación, no habrá hambre por Dios. “No podemos participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios”, dice el apóstol Pablo.
Si ya participamos de la mesa del enemigo, en la mesa del Señor seremos apáticos. La apatía es una de las características de las personas que no tienen hambre por Dios. Otra palabra para la apatía es “Tibio”. Si hay algo que al Señor no le agrada es la tibieza. El mensaje a la iglesia Laodicea en Apocalipsis fue que no eran ni fríos ni calientes sino tibios y esto desagradaba a Dios, pero luego nos dice porque eran tibios: “dices soy rico, me he enriquecido y no me hace falta nada” (Ap.3:17).
Los de Laodicea pensaban que no les hacía falta nada, se sentían “satisfechos”, estaban “llenos” de lo que el enemigo les ofrecía y por eso eran tibios, eran apáticos, no tenían hambre de Dios.
Que importante es desarrollar hambre por Dios, y esta viene por rechazar el pecado y reconocer que solo Dios puede saciar verdaderamente nuestra necesidad.
Cada cierto tiempo hacemos ayunos prolongados. En este tiempo de ayuno nos reunimos a orar todos los días a las 7 de la mañana. Algunos hacen ayuno total otros parcial, pero todos nos abstenemos de comer de alguna manera. Algo sucede en estos tiempos de ayuno y oración. Nuestra hambre por Dios crece.
Durante el ayuno nos es más fácil rechazar lo que el enemigo pone delante de nosotros y nuestra hambre por Dios se desarrolla cada día más. Cosas maravillosas están sucediendo en la vida de todos los involucrados en este ayuno y oración.
Hay una tradición en mi casa que hemos llevado a cabo por los últimos 10 años .Cada vez que lo considero necesario, dejamos de ver televisión por 30 días. Puede ser cada 6 meses o cada año, pero durante un mes guardamos las televisiones y no las vemos. Esto es con el fin de no comer lo que el enemigo pone delante de nosotros en la televisión. Aunque somos muy cuidadosos en lo que vemos lo consideramos una medida necesaria. Es un tipo de ayuno.
Curiosamente, cuando hacemos esto, nuestra hambre por Dios se desarrolla y cosas maravillosas suceden.
¿Tienes hambre por Dios? ¿Te sientes débil y desesperado por su presencia?
Si no es así, tal vez necesites dejar de comer lo que el enemigo pone diariamente delante de ti.

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